La vulnerabilidad es una calidad psicológica
Publicado el sábado, 20 de julio de 2019
Dejarnos ser frágiles es un acto de osadía. Al fin y al postre, fuerte no es quien más aguanta o bien quien soporta más la máscara de dicha absoluta. Fuerte es aquel que se deja probar lo que siente, asumiendo fallos y heridas.
La vulnerabilidad, alén de lo que nos han hecho opinar, es una valor sicológico, una cara más de nuestra realidad como humanos que, como tal, merece ser admitida. Con ella, no solo aceptamos una parte más de nuestro cosmos sensible, sino además de esto, facilitamos una conexión más íntima al unísono que genuina con todo lo que nos circunda.
Se precisa de una enorme fortaleza para dejarnos ser frágiles. Un planeta donde se valora tanto la seguridad, la eficiencia o bien la fuerza, aquel que se atreve en un instante dado a dejar ir su coraza de aparente perfección patentiza indudablemente una notable osadía. Y que lo haga, no prueba ni muchísimo menos una derrota o bien un acto de debilidad.
La vulnerabilidad, y esto vale la pena recordarlo, no es una indisposición, no es falta de fuerza ni de arrojo personal. Estamos frente a un lado más del carácter humano. Es en esencia, una parte más de nuestra naturaleza, ahí donde conseguir ser más sensibles a nuestras necesidades y por su parte, poder simpatizar mejor con el dolor y las realidades sensibles extrañas.
“Estoy muy agradecida por sentirme frágil, pues implica que estoy viva”.
-René Brown-
No somos superhéroes, somos personas (el poder de la vulnerabilidad)
Afirmaba Mario Benedetti que la perfección no es más que una pulimentada compilación de fallos. No obstante, aceptémoslo, a las personas nos cuesta enormemente admitir los fallos, los descalabros y esos cambios de sentido que, a veces, nos trae el destino. De alguna manera, la sociedad nos ha habituado a navegar por el limpio cosmos de las apariencias, de esas máscaras donde fingir resolución y buen humor cuando por la parte interior, laten los temores, las tristezas y las ansiedades.
De esta manera, y desde cierto punto de vista cultural, la vulnerabilidad sensible e inclusive la física, tiene siempre y en todo momento una impronta despreciativa e inclusive vergonzosa. Quien en un instante dado se distancia de ese molde caracterizado por la perfección, fortaleza y resolución -que acepta a la duda y al fallo como unas partes del juego-, llega a sentirse mal consigo pues no se ajusta a lo que la sociedad espera y fortalece.
Por otra parte, resulta curioso que en el planeta de la literatura, la poesía o bien la filosofía existencial de autores como Martin Heidegger se comprendiera la vulnerabilidad de una forma más precisa y edificante. Libros como el del doctor Robert D. Stolorow, Planeta, afectividad, trauma, nos recuerda que esta dimensión es un área más de nuestra existencia. Al fin y al postre, todos somos finitos, sensibles, mortales y errantes.
20/07/2019 12:09 | Rotero